A propósito de la Angustia Social de "El Comercio"
En días recientes, un
editorial del diario “El Comercio”, titulado “Angustia Social”, fue dedicado a
analizar y enjuiciar la situación y el futuro político del Partido Popular
Cristiano, formulando comentarios críticos, bastante temerarios que revelan una cierta ignorancia, por decir
lo menos, sobre la doctrina de este partido político, específicamente, cuando
se pretende descalificar el concepto de la economía social de mercado,
denominándola un “híbrido…que a tantas confusiones ha dado pie desde su
incorporación en la Constitución de 1979 y, por herencia, en la de 1993”.
Dicha afirmación, exige, a
nuestro juicio, un necesario esclarecimiento sobre el contenido teórico que
comprende el concepto de la economía social de mercado, concepto rector de
nuestro ordenamiento económico, consagrado en nuestras Constituciones Políticas
de 1979 y 1993.
La economía social de mercado
es una formulación original, con una especificidad propia, desarrollada en la
Alemania de la segunda posguerra, por connotados intelectuales nucleados
básicamente en torno a la denominada “Escuela de Friburgo”, por ello no puede
ser considerada, en modo alguno como una simple conjunción de vocablos, donde
el término social se ha añadido al concepto de economía de mercado, tan sólo
por una cuestión accidental o circunstancial.
La construcción teórica
de la Economía Social de Mercado es resultado de la confluencia de tres
corrientes de pensamiento económico-social. La denominada Escuela Histórica,
con sus destacadas aportaciones a los programas de Política Social; las propuestas
del ordoliberalismo de la Escuela de Friburgo (Alemania), en los años 20 y 30,
que defendían el mercado y la competencia –destacamos a Walter Eucken y a
Wilhelm Röpke– pero cuyo funcionamiento debía responder a un orden, a una
regulación positiva; y, los trabajos de
importantes pensadores social cristianos, como los jesuitas Oswald von
Nell–Breuning y Gustav Gundlach o el dominico Arthur Fridolin Utz, sustentado en
la doctrina social de la Iglesia Católica, así como también algunos moralistas
protestantes.
En ese sentido, es pues
importante subrayar el carácter de la economía social de mercado como fruto del
pensamiento social cristiano, el cual puso las bases filosóficas para la
construcción teórica de dicha doctrina económica centrada en la persona humana.
La
Economía Social de Mercado no es, pues, una simple variación de la economía de mercado
a la que se le ha colocado la etiqueta de ‘social’, es una propuesta de
ordenamiento de la economía, que define la forma en la cual se debe configurar
la organización económica, las
instituciones y las reglas que sirvan de marco a la realización de las actividades
económicas, teniendo como centro la persona humana, su libertad individual y
social, y los principios de subsidiariedad y solidaridad que nacen de ese
concepto de libertad, superando largamente los principios del individualismo y
el “homus economicus”, propios del concepto de libertad que sustenta el
liberalismo económico.
No
se trata de entender esta concepción de “ordenamiento económico” como un punto
intermedio entre economía de mercado (capitalismo) y economía centralmente
planificada (socialismo). La Economía Social de Mercado, tal como hemos
precisado, se caracteriza por una visión propia del hombre, de la persona
humana y de la comunidad, para situar la economía al servicio de la persona y
de la comunidad, con una presencia activa del Estado, pero no intervencionista
o dirigista. Sin esta inspiración doctrinaria, cimentada en una antropología
filosófica cristiana, no podría haber Economía Social de Mercado, sino una simple
economía de mercado, un sistema capitalista más o menos reformado, pero que
mantendría como basamento filosófico los principios del liberalismo económico.
Por
eso, la diferencia entre una economía de mercado y una economía social de
mercado no reside en los mecanismo operativos, en los instrumentos del sistema
de mercado, que se emplean para orientar y conducir los procesos de mercado (aranceles,
tipos de cambio, etc) sino en la base filosófica que inspira y sustenta la
conformación del “orden económico y social”, del marco regulador que
proporcione a la sociedad una
institucionalidad que soporte un orden económico con mercado y competencia
pero, a su vez con solidaridad y justicia, conformando instituciones,
políticas y programas que apunte a
impulsar no sólo la eficiencia, sino también la equidad, que impulse el crecimiento
económico y simultáneamente impulse una distribución más equitativa de los
resultados del crecimiento, a la configuración de una política social que
complemente a la política económica, que esté dirigida a generar y estimular comportamientos
solidarios en las personas y en la sociedad, superando el egoísmo y el interés
individual como motor del accionar humano en lo económico.
La Economía Social de
Mercado, tal como ha quedado claro, no es un híbrido de dos sistemas, sino un
sistema coherente, original, que ya ha funcionado durante medio siglo, en
países como Alemania (1945) o bloques
económicos como la Unión Europea (del 2008 en adelante) con excelentes
resultados, como puede apreciarse de la evidencia empírica que nos proporciona
la historia económica reciente.
En el caso del Perú, entonces,
lo que resulta necesario no es revisar o
desechar el concepto de economía social de mercado sino más bien profundizar la
aplicación coherente sus principios, ese es el camino que nos permitirá, no
sólo superar los cuellos de botella del crecimiento económico según el
paradigma liberal, que hoy nos aquejan, sino construir una sociedad en la cual
la palabra desarrollo, bienestar para todos sea una realidad tangible para
todos los peruanos.
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