sábado, 7 de marzo de 2015

¿QUÉ ES LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO?

A propósito de la Angustia Social de "El Comercio"
En días recientes, un editorial del diario “El Comercio”, titulado “Angustia Social”, fue dedicado a analizar y enjuiciar la situación y el futuro político del Partido Popular Cristiano, formulando comentarios críticos, bastante temerarios  que revelan una cierta ignorancia, por decir lo menos, sobre la doctrina de este partido político, específicamente, cuando se pretende descalificar el concepto de la economía social de mercado, denominándola un “híbrido…que a tantas confusiones ha dado pie desde su incorporación en la Constitución de 1979 y, por herencia, en la de 1993”. 
Dicha afirmación, exige, a nuestro juicio, un necesario esclarecimiento sobre el contenido teórico que comprende el concepto de la economía social de mercado, concepto rector de nuestro ordenamiento económico, consagrado en nuestras Constituciones Políticas de 1979 y 1993.
La economía social de mercado es una formulación original, con una especificidad propia, desarrollada en la Alemania de la segunda posguerra, por connotados intelectuales nucleados básicamente en torno a la denominada “Escuela de Friburgo”, por ello no puede ser considerada, en modo alguno como una simple conjunción de vocablos, donde el término social se ha añadido al concepto de economía de mercado, tan sólo por una cuestión accidental o circunstancial.
La construcción teórica de la Economía Social de Mercado es resultado de la confluencia de tres corrientes de pensamiento económico-social. La denominada Escuela Histórica, con sus destacadas aportaciones a los programas de Política Social; las propuestas del ordoliberalismo de la Escuela de Friburgo (Alemania), en los años 20 y 30, que defendían el mercado y la competencia –destacamos a Walter Eucken y a Wilhelm Röpke– pero cuyo funcionamiento debía responder a un orden, a una regulación positiva; y,  los trabajos de importantes pensadores social cristianos, como los jesuitas Oswald von Nell–Breuning y Gustav Gundlach o el dominico Arthur Fridolin Utz, sustentado en la doctrina social de la Iglesia Católica, así como también algunos moralistas protestantes.
En ese sentido, es pues importante subrayar el carácter de la economía social de mercado como fruto del pensamiento social cristiano, el cual puso las bases filosóficas para la construcción teórica de dicha doctrina económica centrada en la persona humana.
La Economía Social de Mercado no es, pues,  una simple variación de la economía de mercado a la que se le ha colocado la etiqueta de ‘social’, es una propuesta de ordenamiento de la economía, que define la forma en la cual se debe configurar la organización económica, las instituciones y las reglas que sirvan de marco a la realización de las actividades económicas, teniendo como centro la persona humana, su libertad individual y social, y los principios de subsidiariedad y solidaridad que nacen de ese concepto de libertad, superando largamente los principios del individualismo y el “homus economicus”, propios del concepto de libertad que sustenta el liberalismo económico.
No se trata de entender esta concepción de “ordenamiento económico” como un punto intermedio entre economía de mercado (capitalismo) y economía centralmente planificada (socialismo). La Economía Social de Mercado, tal como hemos precisado, se caracteriza por una visión propia del hombre, de la persona humana y de la comunidad, para situar la economía al servicio de la persona y de la comunidad, con una presencia activa del Estado, pero no intervencionista o dirigista. Sin esta inspiración doctrinaria, cimentada en una antropología filosófica cristiana, no podría haber Economía Social de Mercado, sino una simple economía de mercado, un sistema capitalista más o menos reformado, pero que mantendría como basamento filosófico los principios del liberalismo económico.
Por eso, la diferencia entre una economía de mercado y una economía social de mercado no reside en los mecanismo operativos, en los instrumentos del sistema de mercado, que se emplean para orientar y conducir los procesos de mercado (aranceles, tipos de cambio, etc) sino en la base filosófica que inspira y sustenta la conformación del “orden económico y social”, del marco regulador que proporcione a la sociedad  una institucionalidad que soporte un orden económico con mercado y competencia pero, a su vez con solidaridad y justicia, conformando instituciones, políticas  y programas que apunte a impulsar no sólo la eficiencia, sino también la equidad, que impulse el crecimiento económico y simultáneamente impulse una distribución más equitativa de los resultados del crecimiento, a la configuración de una política social que complemente a la política económica, que esté dirigida a generar y estimular comportamientos solidarios en las personas y en la sociedad, superando el egoísmo y el interés individual como motor del accionar humano en lo económico.
La Economía Social de Mercado, tal como ha quedado claro, no es un híbrido de dos sistemas, sino un sistema coherente, original, que ya ha funcionado durante medio siglo, en países  como Alemania (1945) o bloques económicos como la Unión Europea (del 2008 en adelante) con excelentes resultados, como puede apreciarse de la evidencia empírica que nos proporciona la historia económica reciente.
En el caso del Perú, entonces, lo que resulta necesario no es  revisar o desechar el concepto de economía social de mercado sino más bien profundizar la aplicación coherente sus principios, ese es el camino que nos permitirá, no sólo superar los cuellos de botella del crecimiento económico según el paradigma liberal, que hoy nos aquejan, sino construir una sociedad en la cual la palabra desarrollo, bienestar para todos sea una realidad tangible para todos los peruanos.

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